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EDITORIAL #1

Actualizado: 25 abr 2018

Por Jorge Rulli


El acto convocado por el camionero en la 9 de Julio reunió, tal como se preveía, a una importante y variopinta multitud. Evidentemente, son muchos los buenos compañeros necesitados del calor de masas y de la necesidad de expresarse contra Macri, que una vez más, y al concurrir a la movilización del Hugo, aceptaron legitimar la trampa en la que estamos. Tal como en el mundial del 78, cuando se llenaron las plazas, siento que la hipoteca moral llevará años en poder saldarse. Lamentablemente son muchos los años en que venimos predicando acerca de la diferencia sustancial entre legitimar y legalizar.

La diferencia no es menor, y en ello radica la posibilidad de un pensar situado y a la vez revolucionario. Somos peronistas arcaicos y somos libertarios. Sentimos, asimismo, la importancia de la responsabilidad personal, tanto ante el cambio climático como ante una dirigencia traidora. Si separo de manera estricta mi basura y composto lo orgánico es porque tengo un sentido moral y porque aún sabiendo que mi acción no determinará el destino del planeta, experimento el deber sagrado de cumplir con lo que considero que es la verdad y la ética. No será, entonces, mi fuerza ni mis principios los que me conducen a legitimar el simulacro y el relato, sino la debilidad que sufro, mi desamparo y mi desolación. Por un momento me habría dejado fascinar por el mito de la unidad, sabiendo que es perfectamente falso y lo tomé como una droga más de las muchas a las que apelamos cada día para opacar nuestra probable lucidez. Pero eso fue el día de la movilización, y hoy es el después, cuando los kirchneristas festejan el habernos sodomizado una vez más y Moyano se ofrece a tomar un cafecito con el Presidente y conversar. No será difícil. Fueron muy amigos hasta hace muy poco tiempo. Hoy es el después, cuando prima la resaca y la desmemoria, porque he convertido una vez más lo urgente en importante y lo urgente era irrisorio. Tanto que merece olvidarse. Una vez más debo aceptar que mis remedios no hicieron sino ahondar mis males, como si pretendiera curar mi alcoholismo con más vino... Me queda una conciencia turbia y el sentimiento de que muchos compañeros se extraviaron. Ellos saben que el respaldar al camionero de la soja y del enterramiento de residuos, no es un camino de recuperación del Peronismo y que es solamente la simulación de un camino contra Macri. Lo que sobran son expertos en revoluciones que comen de la mano de algún poderoso o sostienen sus kioscos en una Argentina venal y colonizada.

Para resurgir no necesitamos a esos expertos, no necesitamos gentes que especulen y que opten por el mal menor. Preferiríamos que ellos sigan su propio camino. Quisiéramos quedarnos tan solo con aquellos que tienen dentro la llama de la rebeldía que alguna vez nos encendiera Evita, que no están desolados porque pueden poner los pies sobre la tierra y tomar un terrón entre las manos y experimentar que pueden reconstruir el mundo y el milagro de la Creación. Con un puñado de esos rebeldes podríamos llegar a cambiar la Argentina. Los otros caminos tienen la garantía de la derrota, de la insatisfacción y del fracaso. Los manuales más elementales acerca del poder, indican que jamás lo consigue aquel que lo persigue, como no se puede tampoco ensillar a la yegua si le vamos de atrás... Hay que dejar que venga a nosotros y eso implica paciencia y mucho de temple personal. Es lo que esperamos de los amigos y lectores de Resurgir.


Jorge Eduardo Rulli, 10 de marzo de 2018.



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