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Nueva oportunidad

Actualizado: 4 sept 2018


Por Jorge Rulli


Tenemos la certeza de que vivimos un terremoto social. Algo similar al 2001, como si se nos diera una segunda oportunidad, quizá para pensar mejor aquel clamor de que "se vayan todos" y ser capaces de imaginar caminos operativos que no nos conduzcan una vez más a la trampa del simulacro. El terremoto que sufrimos es el colapso de una dirigencia estragada por la corrupción que considera al Estado como botín propio del que gana, y por los vicios del estatalismo prebendario. La gama de esta dirigencia es muy extensa y los cuadernos de las coimas K, son apenas un botón de muestra de una extensa geografía en que podemos hallar a los viejos vanguardistas devenidos asistencialistas y a los grupos de izquierda que, centrando la violencia sobre las instituciones policiales, no hacen sino darles cada vez mayor relevancia y presupuestos.


Desde nuestra perspectiva, la política revolucionaria trataría de darle autonomía a los movimientos populares y dejar en la mayor irrelevancia a las instituciones del Estado, cualesquiera que fuesen: es evidente que toda la dirigencia argentina hace lo contrario. Esos empresarios que ahora renuncian para tratar de salvar la continuidad de sus empresas, desprestigiadas ante los bancos que podrían asistirlas, han sido durante años los dueños del país al que confundieron con una "vaca lechera". Ahora, que han devenido en emprendedores globales, pesa sobre ellos la amenaza del descrédito internacional. Pero no son los únicos arrastrados por el tsunami de denuncias y desvelamientos diarios en que vivimos. El caso del juez Melazo de La Plata tiene consecuencias imprevisibles ya que podría arrastrar a buena parte de la justicia de la provincia de Buenos Aires. Es, entonces, el colapso de una dirigencia, política social y económica. En el Peronismo se ha llegado a un grado tal de desparpajo y cinismo que los dirigentes miden su capacidad de influencia por los millones de dólares de los que disponen, y llama la atención que son varios los líderes gremiales cuyos bienes están por arriba de los mil millones de la moneda estadounidense.


Somos un pueblo pobre con una dirigencia de multimillonarios en dólares, y aparentemente bastaron unos cuadernos escolares escritos con la minuciosidad del escribiente florentino del libro "Corazón" para desatar un vendaval que amenaza con darnos la oportunidad de un importante recambio de esa clase dirigente. Que podamos aprovechar esta oportunidad depende de nosotros. Llamamos a reflexionar sobre el momento que vivimos. El cartel que le deja Cristina a Bonadío en su heladera es muy gracioso, pero nos hace olvidar que lo escribe una multimillonaria en dólares que presume ser líder popular y que vive en un palacete de la zona más paqueta de Recoleta. ¿Qué no podríamos decir, entonces, del camionero de la soja, por ejemplo, cuya fortuna por encima de los mil millones de verdes, escapa a nuestra imaginación?¿O acaso del tradicional gobernador de Córdoba y de su actual reemplazo, tan callados en este momento de confrontaciones, que llama la atención su silencio y nos hace preguntar, qué intereses protegen? Así podríamos continuar con una larga lista en un ejercicio de recategorización según los millones de dólares de que dispone cada dirigente agrupándolos con más de cincuenta, más de quinientos o mas de mil. Estamos convencidos que por fuera de esas categorías, quedaría apenas un puñado.


Esa dirigencia está más allá de las camisetas y abarca diversas instituciones, desde la iglesia al empresariado y desde el movimiento obrero a los partidos políticos. El terremoto amenaza con llevarse puestos a muchos de ellos, tal como estos importantes empresarios, que se atropellan en Comodoro Py, para declararse arrepentidos. Los imaginábamos intocables y ahora están dejándole sus corporaciones a sus hijos o a sus nietos y la cosa recién comienza. Pero no se trata de mirarla por TV: se trata de tener pensamientos lúcidos y de construir autonomías y alternativas a la catástrofe que viene, o que ya habría comenzado.


Jorge E. Rulli, agosto de 2018


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