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EDITORIAL #3

Actualizado: 3 jun 2018

Por Jorge Rulli



Lo primero que llama la atención en esta nueva marcha federal es la repetición de viejos gestos y la permanencia de antiguos actores. Parecemos condenados a repetir consignas y a repetir protagonistas más allá de todos los fracasos habidos en los últimos años. Es evidente que falta la conciencia de lo que podríamos llamar "estado de catástrofe", por lo demás, cronificado y agudizándose. Los analistas, asimismo, repiten interpretaciones sobre las antinomias convencionales y sorprende que no puedan ver la continuidad de las políticas de Estado. Este gobierno multiplicó los presupuestos para la pobreza,pero, además, hizo un by pass con los intendentes y logró que ese dinero le llegara directamente a las organizaciones sociales que son las que marchan. Esas organizaciones continúan ocupando cuatro pisos del ministerio de Desarrollo Social y mantienen excelentes relaciones con la ministra Stanley, que no solo tiene como algunos de ellos, el respaldo del Vaticano, sino que fue alguna vez, funcionaria del gobierno de Menem como tantos otros altos dirigentes de Cambiemos.


Quizá se debatan internas de internas, y en ese sentido es importante para ellos que la sangre no llegue al río y que los gestos hayan sido medidos cuidadosamente. Una de las consecuencias de estas internas de internas, es el creciente desmedro del movimiento obrero. El líder de Barrios de pie, el antropólogo Menendez, lugarteniente de Tumini, se atreve a calificar como cobarde al triunvirato que conduce a la CGT, y ello nos obliga a pensar en el largo camino que ha recorrido la izquierda colonizada desde el asesinato de Rucci hasta el presente. También nos obliga a tomar conciencia de una larga historia de agachadas y felonías por parte del movimiento obrero, que ha sido largamente desclasado por la década "ganada". Pero hay interrogantes que tenemos y que deseamos compartir. Si nuestro continente es una nación inconclusa y los fenómenos se repiten con impresionante extraordinaria simultaneidad y semejanza en cada uno de nuestros países, podríamos echar un vistazo al resto de la Patria Grande para intentar especular hacia dónde corren los vientos de la historia. Resulta evidente que estamos saliendo de un largo período de progresismo de izquierda, con gobiernos rentísticos y procesos de agroexportación de commodities y de bienes naturales. Esos gobiernos han ido cayendo uno a uno en los últimos tiempos y resta la agonía de Nicaragua y de Venezuela, ambas sumidas en un baño de sangre por empecinamiento del viejo progresismo de izquierda, y resta, asimismo, el tambaleante Evo en Bolivia, en la que todavía no alcanzamos a reconocer una alternativa posible. Los intentos de revivals, como el del Lulismo en Brasil, hemos visto como terminan, sin pena ni gloria... tal como algunos desavisados imaginaron un posible 17 de Octubre para rescatar a Cristina de Comodoro Py.


Ahora bien, si los procesos progresistas de izquierda han culminado a lo largo del continente o agonizan como en Nicaragua y Venezuela, si se imponen gobiernos progresistas aunque empresariales como en Brasil, Chile y la Argentina, ¿qué expectativa podríamos tener acerca de un futuro gobierno en nuestro país que no sea "más de lo mismo" aunque con diferente camiseta? Hoy día sabemos que las banderías políticas pueden justificar las mismas políticas de Estado. Sabemos que esas políticas no están en debate. Entonces, ¿qué es lo que busca, en esta campaña electoral, el archipiélago de diversos grupos peronistas? Más allá de los discursos encendidos, no demasiado encendidos... y del posibilismo y de los consensos de que se nos habla, ¿qué se proponen? Da la impresión que están todos en la misma calesita, tanto Macri como los candidatos posibles del Peronismo. Por otra parte reconozcamos que inaugurar en América Latina un momento diferente, con un proceso nuevo, original y diverso a lo que se viene haciendo en los últimos veinte años, implicaría un esfuerzo colosal tanto de acumulación de nuevas ideas políticas como de formación de equipos. Y eso no lo vemos en una realidad de creciente pobreza de ideas y de imaginación en la que cualquier propuesta novedosa se hace disonante.

Nuevamente nos preguntamos, ¿y entonces de qué se trata?


Los consensos dentro del archipiélago peronista implican aceptar el progresismo como parte de nuestra herencia y de nuestra identidad, cuando jamás lo ha sido y cuando es contradictorio al espíritu de la revolución nacional que expresaran alguna vez Perón y Evita. De manera que la lucha que llevamos desde Trinchera, y desde otros grupos que intentan rescatar el espíritu nacional y el gran sueño de la revolución, debería darse dentro y fuera de la campaña electoral en la que estamos. Asimismo, debería darse dentro del archipiélago peronista, en el que priman las tentaciones de participar en el poder político a costa de todos los ideales y sueños que alguna vez tuviéramos.


Jorge Eduardo Rulli, 2 de junio de 2018.



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